Seguimos con esta serie de artículos cuyo título sirve de tributo a una obra de referencia del psiquiatra chileno Claudio Naranjo. Y lo hacemos con otro extracto del documento que presentamos, precisamente, al I Premio a la Educación Claudio Naranjo, donde obtuvimos una Mención Honorífica: Colegio Andolina, “Otra escuela es posible”.

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“Buscar la verdad implica cuestionar el condicionamiento sociocultural recibido para recuperar el contacto con nuestra verdadera naturaleza. No es ningún síntoma de inteligencia adaptarse a una sociedad como la actual, profundamente enferma.”                               Claudio Naranjo; psiquiatra.

Y, ¿cómo conseguir que nuestros hijos crezcan felices y se liberen de la “esclavitud” en un mundo enfermo?…

El profesor Naranjo nos da algunas claves al respecto: “[…] llevamos muchas décadas condicionando a los seres humanos con falsas creencias sobre quiénes son y cuál es su relación con el mundo. Debido a la ignorancia ha prevalecido el ego, desde el que se ha construido una sociedad competitiva, agresiva, avariciosa, superficial, insatisfecha, vacía y ambiciosa, que a su vez sigue condicionando a las nuevas generaciones para preservar el establishment.”

Y propone: “Un cambio radical en el proceso de formación humano. Ahora prevalece el condicionamiento egoico, que provoca que el hombre siga siendo un esclavo. En cambio, una educación basada en nuestra verdadera naturaleza potencia el desarrollo de nuestra conciencia, lo que nos libera de las falsas creencias acumuladas por el ego y que tanto limitan nuestra existencia. La crisis económica tan solo pone de manifiesto nuestra crisis de conciencia. Es un indicador de que algo está funcionando muy mal.”1

Ahora bien, llegados a este punto, queda determinar cuál es nuestra verdadera naturaleza. Pero, cómo vamos a definir este criterio los adultos si también estamos condicionados por las creencias que nos han transmitido en nuestro propio proceso de formación.

En primer lugar, corazón: instinto, lo que nos pide el cuerpo. Podemos llamarlo de diferentes maneras. Si aceptamos que el mantenimiento del orden establecido (statu quo), el que sea, supone un lavado de cerebro colectivo del que no somos excepción, podremos hacer un ejercicio reparador en el que intentemos discriminar los prejuicios que sirven a los intereses del sistema y eliminemos ciertas barreras que nos separan de nuestras necesidades reales y de los sentimientos de la infancia, para…

…en segundo lugar, empatía: ponernos en el lugar de los niños. Revivir aquellas emociones, poco contaminadas, de la infancia: el juego, los amigos, el placer de descubrir, la rabia de sentirse sometido…

En tercer lugar, explorar: buscar en un universo de conocimientos. Entre los grandes pensadores seguro que “conectaremos” con algunos con cuyas aportaciones sentiremos una mayor afinidad y bienestar. Sus pensamientos y conclusiones habrán de servirnos de hitos en un camino, con cruces y bifurcaciones, que deberemos recorrer nosotros, equivocándonos y aprendiendo de los errores. Podremos apoyarnos, a su vez, en la ciencia, que cada día nos revela nuevas evidencias sobre lo equivocados que hemos estado en tantas cosas.

Todo esto nos acaba llevando, en cuarto lugar, y más importante, a “respetar” la infancia, dejar hacer y no imponer nuestros prejuicios y expectativas. Así llegamos a acompañar a los niños en su exploración del mundo, dejando que su curiosidad los guíe a su ritmo, y preservar así sus instintivas relaciones sociales y con el medio. Es decir, hacen, de partida, con las menores trabas posibles, lo que nosotros hemos necesitado hacer en primer lugar para repararnos: se guían por el corazón, el instinto, lo que les pide el cuerpo; como queramos llamarlo.

[…]

En el intento, aparentemente bienintencionado, de ampliar cuanto antes las competencias de los pequeños, pero desatendiendo los procesos psicológicos propios de nuestra especie, la escuela convencional deja de ser un «vivero» en el que «desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.» (DRAE) para convertirse en una carrera de obstáculos (contenidos irrelevantes, deberes, exámenes, etc.) que va dejando a muchos niños por el camino al sabotear su innata motivación por aprender (fracaso escolar).

Porque, ¿cómo es posible que en el s.XXI, con los conocimientos adquiridos sobre aprendizaje y psicología del desarrollo, y después de sucesivas reformas educativas, siga habiendo en España una escandalosa tasa de fracaso escolar?. Otro día hablaremos, más detalladamente, de motivación y enseñanza.

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Y ¿por qué, pudiendo mejorar notablemente la enseñanza, no se hace?. ¿Por qué la escuela no ha evolucionado a la par que los conocimientos sobre aprendizaje?, ¿por qué ha cambiado tan poco desde que se concibió? y ¿por qué se concibió así?…

Algunas de las respuestas a las preguntas formuladas en el último párrafo nos las da el profesor Naranjo al principio de este capítulo: posiblemente, una de las principales razones para no cambiar la educación es que quienes detentan la autoridad real no quieren cambiar el mundo. Es decir, lo que se pretende con un modelo educativo obsoleto y disfuncional es preservar el statu quo.

Observamos, ya desde su concepción, una deriva del sistema educativo tendente a concentrar su foco de acción en las competencias intelectuales y a alejarse, por tanto, de la visión integral de la educación. Esta situación de zozobra educativa ha propiciado, no obstante, el lanzamiento de algunos salvavidas, por parte de educadores sensibles y comprometidos, a los que necesitamos agarrarnos. Como muestra cabe destacar a Johann Heinrich Pestalozzi, Maria Montessori, la Cooperativa de Enseñanza Laica de Célestin Freinet, movimientos de renovación pedagógica como la Institución Libre de Enseñanza de Francisco Giner de los Ríos y la Escuela del Bosque de Rosa Sensat, la Escuela de Summerhill de Alexander Neill, el “Pesta” y “El león dormido” de Rebeca y Mauricio Wild, el Programa  SAT de Claudio Naranjo, entre otros.

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PD: más claves, próximamente…  😉

1: “El hombre de hoy sigue siendo un esclavo”, entrevista a Claudio Naranjo en El País (15.02.2009).