El viernes 16 de noviembre celebramos en el cole nuestro segundo magüestu. Para no perder la costumbre, amaneció un día espectacular y es que, cuando hay fiesta en la Andolina el primer invitado y el más puntual siempre es el sol. Tenemos enchufe, qué le vamos a hacer…

Nos lo pasamos pipa mayando manzanas para hacer sidra dulce y asando castañas en un tambor, como de lavadora, puesto a la hoguera. Qué rico estaba todo y qué bien pasar un día así todos juntos, porque también estuvieron los papás, las mamás, las abuelas y hasta algún tío.

Pero al protagonista de esta fiesta no hace falta invitarlo. Él vive en la Andolina. Se pasa allí todos los días y todas las noches. Es siempre testigo de todo lo que pasa y, aunque nunca dice nada, desde hace dos años se le ve mucho más contento. Es más grande que un diplodocus y debe pesar…, buf ¡toneladas! A mediados de octubre nos llena el jardín de regalos. Al principio no sabemos muy bien qué hacer con ellos y nos ponemos a jugar a lo bruto; que si mira cómo pincha, a que yo la lanzo más lejos… Pero este año hemos aprendido a cuidar y a atesorar lo que nos da nuestro gran amigo: el castaño.

Qué suerte poder hacer un magüestu bajo el árbol en el que crecieron las castañas que asamos ¿no os parece?

No es por dar envidia, pero en la Andolina nos sentimos muy afortunados por poder jugar y compartir nuestro día a día al lado de un castaño centenario al que queremos mucho.

Gracias, colega grandullón.

Por supuesto, también queremos agradecer a todos los que hicieron posible la fiesta del magüestu, en especial a René por su buen hacer con el fuego y el tambor y, cómo no, a Llucía de La Sidra que trae su llagar portátil para enseñarnos a elaborar sidra dulce (si también queréis aprender vosotros podéis ver su página web).