A nivel general, la sociedad acepta diversos mitos sobre el proceso educativo porque muchos padres y educadores, presos del miedo, el sentimiento de culpa y la necesidad de ver progresos, intentan adecuarse a unos cánones preestablecidos . Por ello, se aceptan algunas ideas erróneas sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje, como las siguientes.

La enseñanza debe ser rápida. A nivel general, en nuestros tiempos se pretende conseguir las cosas en un tiempo récord, sin importar cómo se adquieren los aprendizajes. Parece que los niños y niñas tienen que integrarse rápidamente en la sociedad y desarrollar su potencial cognitivo antes que los demás, llenando su depósito de aprendizaje lo antes posible. Como resultado de esta creencia, durante un tiempo surgieron técnicas y propuestas que animaban a la estimulación precoz de los bebés, creyendo erróneamente que así su nivel de desarrollo sería mejor.
Someter a los niños y niñas a un ritmo demasiado elevado, les obliga a dejar atrás la infancia y a adquirir obligaciones y preocupaciones que no son propias de su edad. Les convertimos en personas con una vida caótica, frenética y apresurada.

El aprendizaje es pasivo. Hay una tendencia a creer que niños y niñas son meros receptores de información, cuando realmente aprenden de manera activa y de una forma muy simple: a través del juego libre. Este tipo de juego implica que ellos lo crean, lo inician, lo finalizan y aplican sus propias reglas. Es un momento de conexión que muchas veces interrumpimos con intención de guiarles u ofrecerles una respuesta o solución que no han pedido. Los niños/as son unos excelentes aprendices y buscadores de estrategias, por sí mismos.

Los adultos/as lo saben todo. A veces se concibe la infancia como la base de la edad adulta, sin otorgarle el respeto que merece. Se considera que debemos “dominar” y modelar el comportamiento del niño/a para conseguir , de alguna forma, enderezarle, sin darnos cuenta que tras su forma de actuar se esconden grandes oportunidades de aprendizaje para nosotros, los adultos/as: la pasión con la que descubren las cosas, la inocencia y la curiosidad, por nombrar algunas.

Los peques carecen de recursos Los niños y niñas siempre están dispuestos a aprender y a adaptarse al mundo que les rodea; preguntan sobre las cosas y no se conforman con explicaciones vagas, sino que desean conocer los detalles de todo su entorno. Si les tratamos como si careciesen de recursos, evitamos que pongan en práctica su creatividad y realicen aprendizajes que después pueden transferir a otras situaciones. Por ello, uno de los momentos que debemos incentivar (de nuevo)es el del juego libre, para facilitar que descubran, experimenten y aprendan por sí mismos.

Aunque somos responsables de su crianza y bienestar, tenemos que buscar un equilibrio, dejando que vivan su infancia. Porque no están ensayando su vida: la están viviendo aquí y ahora.