Las Tareas Innecesarias Persisten por Causa de las Ideas Equivocadas Sobre el Aprendizaje
Por Alfie Kohn. Traducido por Mónica Salazar
Existen contradicciones en las políticas educativas, que están claramente en conflicto con la información disponible. Se construyen escuelas enormes, a pesar de que sabemos que los estudiantes tienden a comportarse mejor en lugares más pequeños que los conducen a crear por sí mismos comunidades democráticas y solidarias. Se continúa enviando deberes para casa a pesar de la ausencia de evidencia de que esto sea necesario o beneficioso.
En este sentido, el estudio de D. Baker y G. Letendre, Tendencias en el Estudio de Matemáticas y Ciencia (1994-1999), con datos de 50 países, concluye que “las correlaciones generales entre el rendimiento de los estudiantes y la cantidad de tareas asignadas son todas negativas.”
No existe ninguna razón para pensar que los estudiantes estarán en desventaja si los deberes son ampliamente reducidos o incluso eliminados. Sin embargo, una cantidad abrumadora de escuelas en los E.E.U.U. continúan requiriendo que sus estudiantes trabajen a doble turno, llevando tareas académicas a casa. Este requerimiento no solamente es aceptado sin ninguna crítica, sino que la cantidad de tareas está creciendo, particularmente en los primeros grados. Una encuesta a nivel nacional y a largo plazo, halló como resultado que la proporción de niños entre seis y ocho años a los que se les asigna tareas en un día, aumentó un 34 % en 1981, y el 58 % en 1997.
¿Por qué hacemos algo cuando los perjuicios (estrés, frustración, pérdida de tiempo para practicar otras actividades, posible disminución en el interés por el aprendizaje) claramente son más que los beneficios? Las posibles razones incluyen: falta de respeto por las investigaciones, falta de respeto por los niños (implícito en la determinación de mantenerlos ocupados después de la escuela), negativa a cuestionar las prácticas existentes, presión a todos los niveles para enseñar más cosas en menor tiempo y poder decir “¡Somos los primeros!”
A su vez, nuestra creencia de que las tareas son útiles está basada en varios malos entendidos de fundamento sobre el aprendizaje.
En realidad, es menos probable que una mayor cantidad de horas produzca mejores resultados cuando están involucradas la comprensión y la creatividad.
Carlole Ames, de la Universidad Estatal de Míchigan, puntualiza que no son los “cambios cuantitativos en el comportamiento”-como requerir a los estudiantes que dediquen más horas frente a los libros- lo que ayuda a los niños a aprender mejor. En cambio, sí lo son los “cambios cualitativos en la forma en que los estudiantes se ven a sí mismos en relación a la tarea y la forma en que se involucran en el proceso de aprendizaje.” A su vez, estas actitudes y respuestas emergen de la forma en que los profesores conciben el aprendizaje y, como resultado, cómo organizan sus clases.
El énfasis que se da al tiempo de deberes va de la mano con la creencia de que éstos “refuerzan” lo que se les ha enseñado en clase a los estudiantes. Pero no tiene sentido decir “Sigan practicando hasta que entiendan” porque la práctica no crea el entendimiento. El darles a los niños una fecha límite para entrega no les enseña habilidades para manejar su tiempo.
En todo caso, lo que podría tener sentido es “Sigan practicando hasta que lo que hacen se vuelva automático.” Pero ¿qué tipos de destrezas se someten a esta forma de mejora? La habilidad en el tenis requiere mucha práctica. Análogamente, los ejercicios académicos se realizarían de forma automática, sin pensar ni entender lo que se escribe, tras muchas horas de deberes.
Ya en los años 20 y 30 el investigador William Brownell desafiaba el enfoque de “instruir y practicar” en las Matemáticas. Él escribió que “si se quiere ser exitoso en el pensamiento cuantitativo, se necesita fundamentos y significados, no una multitud de “respuestas automáticas”. “Los ejercicios no desarrollan significados. La repetición no desarrolla entendimiento.”
Como lo ha mostrado la psicóloga Ellen Langer, “Cuando practicamos una cierta habilidad de tal forma que se vuelve involuntaria,” tendemos a ejecutar esta habilidad “sin pensar”.
Pero aún cuando la práctica es útil en algunos casos, no podemos concluir que los deberes de este tipo funcionen para la mayor parte de estudiantes. No es de ninguna utilidad para aquellos que no entienden lo que están haciendo. Les hace sentir tontos, los acostumbran a hacer las cosas de la forma errada (porque lo que realmente está siendo “reforzado” son los fallos); y les enseña a ocultar lo que no saben. Al mismo tiempo, para los estudiantes que ya han adquirido la habilidad, esa práctica obligada es una pérdida de tiempo. Si hay varios niños, estarán aquellos que no necesitan practicar, y aquellos a quienes la práctica no les es útil.
Incluso si la práctica fuese útil para la mayor parte de estudiantes, esto no significa que deban realizarla en casa. Los mejores profesores indican a los estudiantes que hagan estas tareas durante la clase, donde es posible observarlos, guiarlos y entablar una discusión.
Finalmente, cualquier beneficio teórico de la realización de tareas debe ponerse en una balanza con el efecto que tiene en el interés de los estudiantes por aprender. Si llenar una hoja de trabajo estropea el deseo de leer o pensar, de seguro esta actividad no producirá un mejoramiento en las destrezas practicadas. Además, cuando una actividad es considerada pesada, también tiende a disminuir la calidad del aprendizaje. El hecho de que muchos niños miran a los deberes como algo que terminar tan pronto como sea posible- o incluso como una fuente significativa de estrés—ayuda a explicar por qué parece no ofrecer ninguna ventaja académica, incluso para aquellos que se sientan obedientemente y completan las tareas que se les han asignado.
Este texto es un resumen del original: http://www.alfiekohn.org/teaching/edweek/homework.htm
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Nos pasa a los adultos con las cosas cotidianas,al final casi que se hacen por impulsos.