Advertencias. Ante la posibilidad de que las reflexiones que aparecen en este blog puedan generar susceptibilidades, debo advertir lo siguiente:

  • El colegio Andolina no se puede hacer responsable de las opiniones que aparecen en este Espacio de Reflexión, evidentemente.
  • Como ha quedado patente en la trilogía con la que se ha abierto este Espacio de Reflexión, y adhiriéndome a uno de los muchos eslóganes críticos que circulan por ahí, ahora más que nunca: queremos una educación que enseñe a pensar, no a obedecer. De manera análoga, imagino que esperáis que en este espacio se reflexione y no se dé por bueno, sin más, «lo que nos dicen que es bueno» o «lo que nos dicen que es inevitable». Por tanto, desde aquí se pondrán en cuestión creencias y prejuicios, y se contrastarán con conocimientos.
  • Muchas de las condiciones de vida que nos vienen impuestas por un modelo socio-económico necesariamente imperfecto y, por tanto, mejorable, quedan en entredicho a la luz del conocimiento generado por la ciencia. Y es que la política y la economía condicionan nuestra vida de forma determinante, aunque no irreversible, como muchos creen. Así, preocupados como estamos por el futuro de nuestros hijos, aquí, como habréis comprobado en entradas anteriores, se analizan y cuestionan aquellas condiciones que amenazan nuestro bienestar presente y futuro. Pero sin etiquetas ideológicas, sin referencias a partidos políticos (bastante desgracia tenemos ya con el «espectáculo» que nos brindan a diario, bastante angustia nos genera su crispación «interesada» como para tomar «partido»); aunque la política lo impregna todo, este no me parece el lugar para hablar de organizaciones políticas. Trato de ceñirme a la descripción e interpretación de los hechos, aunque la subjetividad sea inevitable.

¿Empezamos?.

Hagámoslo con unos mensajes que os han de resultar familiares: «la guardería es buena para los bebés/niños», «los bebés necesitan socializar», «espabilan mucho», etc.

Madreybebe1 Estos mensajes me llevan a explicar un interesante concepto psicológico: la disonancia cognitiva. Este concepto fue formulado por el psicólogo norteamericano Leon Festinger en 1957 y hace referencia a la tensión que se produce cuando uno percibe discrepancia entre ideas, creencias, emociones y/o conductas. Dicho de otra forma: es el malestar que sentimos cuando pensamos o hacemos algo que va en contra de nuestros principios, valores, o lo que sentimos que queremos hacer. Para reducir el malestar que genera esa discrepancia, ponemos en marcha un mecanismo de defensa que consiste en reorganizar nuestro discurso interno (creencias, valores, etc.) para adaptarlo a los hechos. Sería una versión egoísta de la broma de Groucho Marx: «estos son mis principios y si no me gustan, tengo otros» 😉 Los políticos son verdaderos maestros en esto.

Pero volvamos a la guardería; me cuesta imaginar que un progenitor no sienta, al menos, una punzada de dolor las primeras veces que entrega a su bebé/niño pequeño al cuidado de una institución. Ni digamos el bebé, que es incapaz de comprender esa separación y lo va a sumir en un estado de estrés agudo. Aunque sólo veamos el síntoma del llanto, la reacción del organismo ante esa separación es enorme. Al cabo de unos días, parece que bebé y padres se adaptan a la nueva situación pero, con qué coste. Pues bien, esos mensajes sobre las bondades de la guardería no reflejan la realidad, sino que forman parte de ese mecanismo de defensa que pretende reducir la disonancia congnitiva (el dolor que genera ese severo conflicto emocional) cambiando las ideas y, consecuentemente, los sentimientos que tenemos relacionados con la separación: «al principio lloran, pero es bueno para ellos; aprenden a hacerse más independientes».madreybebe2

Contrastemos las creencias «defensivas» sobre las guarderías con los hechos:

Qué inmaduros somos. El bebé humano es una cría altricial, es decir, nace inmaduro y, por tanto, muy dependiente de sus cuidadores; posiblemente de los más dependientes entre los mamíferos. El bebé, tiene varios sistemas aún por formar, especialmente el que nos interesa aquí: el Sistema Nervioso y, especificando aún más, el cerebro. ¿A qué es debido que los humanos nazcan antes de estar formados del todo?; hasta hace poco se atribuía a un problema evolutivo llamado el Dilema Obstétrico: nuestra evolución hacia la bipedestación supuso una adaptación de la cadera que conllevó un estrechamiento del canal del parto hasta el punto de tener que adelantar el mismo, debido a que el tamaño del cráneo de nuestros «cabezones» suponía un enorme peligro en el tránsito del vientre al exterior. Aprovecho para otro desmentido, este acerca de la creencia de que, como somos tan «inteligentes», tenemos un cerebro (y, especialmente, un neocórtex) proporcionalmente mayor que el de los demás animales; no es así: no tenemos el mayor cerebro y tenemos la proporción de neocórtex que le corresponde a un mamífero de nuestra talla. Y lo de ser tan inteligentes está por ver. Volvamos al parto; actualmente hay una hipótesis que explica mejor la causa inmediata del nacimiento prematuro (en sentido estricto: antes de madurar; aunque sea un embarazo a término). Es una hipótesis metabólica llamada EGG (Energetics of Gestation and Growth): en ella proponen como factor preferente el límite metabólico de la madre. Es decir, la limitada capacidad de la madre para proporcionar energía al feto, que tiene un consumo que crece exponencialmente durante la gestación. Y es, precisamente, alrededor de los nueves meses de gestación, cuando el consumo se acerca al umbral de peligro con respecto al suministro de energía de la madre; es en este momento, cuando se producen las señales fisiológicas que provocan el parto. Que sea la causa inmediata no quiere decir que el paso de un cráneo grande por un canal de parto estrecho no sea también un factor que incide en que seamos altriciales (tan inmaduros al nacer). Sin embargo, lo que parece una desventaja (la inmadurez) podría ser en realidad un requisito evolutivo para disponer de un cerebro más sofisticado: parece que hay una relación entre más inmadurez > más tiempo de aprendizaje > cognición más compleja (≈ más inteligencia).madreybebe3

Experiencias que dejan huella. El cerebro es un órgano plástico («modelable» en interacción con el entorno) y muy inmaduro al nacer, tanto que se estima que necesita 12 meses más para completar su organización básica (luego sigue evolucionando y transformándose aunque a un ritmo inferior). Ese periodo, que algunos expertos llaman «exterogestación» (y al bebé, «feto externo»), apunta a que la gestación completa requeriría 21 meses. Algunos datos: al nacer, los bebés humanos tienen un cerebro desarrollado al 25% de su tamaño final (frente al 50% de nuestros «primos» los chimpancés). De hecho, el humano es el único primate que mantiene el ritmo fetal de crecimiento cerebral, de modo que duplica su tamaño en menos de un año. Y no alcanza el 80% del tamaño final hasta aproximadamente los 3 años. La infancia temprana es, pues, una etapa crítica de desarrollo neurológico en la que sigue a pleno rendimiento la tarea de «cableado» neuronal iniciado durante la gestación: millones de conexiones entre neuronas y su recubrimiento protector. Este último proceso (la mielinización) alcanza el 80% alrededor de los 6 años. Y no menos importante: estos procesos tan sensibles requieren entornos favorables o, al menos, no adversos, para su adecuado desarrollo. Podemos considerar un entorno adverso aquel capaz de alterar el normal desarrollo del proceso de «construcción neurológica»; por ejemplo, el estrés (estado de alerta o miedo ante un peligro) que supone salir de un entorno seguro. Y es que en esta etapa crucial, en interacción con el medio, es cuando se ponen a punto determinados «sensores» que analizan las condiciones del mismo y van a quedar «calibrados» de forma muy diferente dependiendo de que el entorno sea más o menos seguro, es decir, menos o más estresante, respectivamente. Esas diferencias pueden suponer en el futuro: más o menos sobrerreacción frente a estímulos nuevos, más o menos tolerancia al estrés, más o menos predisposición a la ansiedad-depresión, más o menos facilidad para el aprendizaje, entre otras consecuencias. Es decir, el cerebro en desarrollo es como un bloque de arcilla en el que entornos adversos pueden dejar una huella, más o menos profunda, más o menos permanente.

¿Y qué es un entorno seguro?: no se pierdan el próximo capítulo 😉

PD: mientras tanto, quien quiera profundizar en estos temas, puede acceder a un coloquio en PNAS sobre «Integración biológica de la adversidad social temprana». Y si se hace muy correoso, recomiendo el libro de la psicoterapeuta Sue Gerhardt («El amor maternal. La influencia del afecto en el desarrollo mental y emocional del bebé», Ed. Albesa). Aquí su participación en Redes; del máximo interés.

 

Fotos de diprybyl y de surlygirl