(III Encuentro de educadores de la Fundación Claudio Naranjo)

Llegó el deseado fin de semana del 7 al 9 de noviembre.

Cerramos las puertas del cole el viernes para abrir una nueva dentro de cada uno de nosotros y nosotras.

Llenamos el coche de equipajes, conversaciones, ilusiones y risas los seis miembros del equipo docente y una madre del cole y pusimos ruta hacia Buitrago de Lozoya donde se celebraba el encuentro.

Allí participábamos como ponentes de uno de los talleres de formación para profesionales. Les contamos cómo es el día a día en Andolina, cómo están creados nuestros espacios, les hablamos de nuestro hacer diario y surgieron preguntas y compartimos miedos y celebramos el lujo de ser partícipes en una tarea educativa tan dura como emocionante.

Pero nosotros también íbamos a sumergirnos en los talleres personales para formadores donde no se daban conocimientos, teorías o aspectos pedagógicos sino que consistían en experimentar la conquistade ser uno mismo, sin apariencias, sin caretas.

Claudio Naranjo habla de la educación como único camino para cambiar el mundo ¿os suena? Y para él, los primeros pasos los deben dar los educadores. No basta con nuevas fórmulas, nuevos planteamientos pedagógicos, hay que profundizar en el ser, en el estar aquí y ahora, conectados con lo que nos rodea. Solo así, partiendo de quiénes somos sabremos escuchar y ayudar al otro. Pero ¿cómo hacerlo? Pues a través de un trabajo personal profundo y sincero donde sepamos reconocer que no solo somos mente y razón (aunque casi siempre actuemos desde ahí) sino también intuición y amor. Que en nosotros hay alegría y tristeza, virtudes y defectos, luces y sombras… un todo de distintas emociones que debemos aceptar porque son las que nos caracterizan, las que hacen que seamos nosotros y no otros. Mil veces escondemos y apartamos aquello que surge de nuestro interior y que creemos “malo”. Hay que aprender a reconocerlo y a aceptarlo.

En este encuentro hemos experimentado un primer acercamiento a esta aceptación. Hemos abierto la puerta y nos ha gustado lo que hay al otro lado, pero allí no se llega sin más, hay que ejercitarse y en eso estamos.

Claudio Naranjo entiende que esta transformación no solo debe darse en los profesores sino también en los directores de escuela, en psicólogos, en pedagogos y, por supuesto, en los padres y madres.

Si queremos mirar y educar a nuestros hijos/as desde el respeto y con amor, sin caer en reproches, en la sumisión, el enjuiciamiento o la opresión debemos respetarnos y amarnos en nuestras propias luces y sombras.

Intentémoslo!!