Quizá una de las tareas más difíciles que conocemos sea la de ENSEÑAR, así con mayúsculas.
Es algo tan complicado que aún a día de hoy la Real Academia Española no ha encontrado una definición clara que se adapte a lo que, a muchos, se nos viene a la cabeza cuando oímos dicha palabra. Os traslado las tres primeras acepciones:
- tr. Instruir, doctrinar, amaestrar con reglas o preceptos.
- tr. Dar advertencia, ejemplo o escarmiento que sirva de experiencia y guía para obrar en lo sucesivo.
- tr. Indicar, dar señas de algo.
¿Hay alguna que os convenza?
Hemos hablado muchas veces de los principios que rigen nuestro cole: la libertad, el respeto, el trato afectuoso… pero después o, mejor dicho, al mismo tiempo que ocurre todo esto se da la maravillosa y mágica acción de enseñar. (Por eso estamos en un colegio y no en un jardín de juegos).
Uno de los talleres que se proponen en primaria es el de matemáticas. Es posible que
nuestras experiencias personales nos hagan sospechar que este taller tiene poco éxito, pero cometeríamos un error. Los niños/as comienzan a manejar los números antes que las letras, les llama la atención eso de contar cosas y es muy común ver su entusiasmo ante algo tan matemático como un calendario. Así que el terreno ya está preparado.
Pero ¿qué pasaría si toda esa ilusión por aprender se depositara en un amaestramiento con reglas y preceptos? Se conocen ilusiones muy poderosas que son capaces de resistir o de convertirse en resignaciones… Pero la gran mayoría se irían al traste.
¿Cómo enseñar entonces matemáticas? se preguntaron nuestros profes. Y empezó la
búsqueda de materiales, de nuevos métodos, de formaciones con gente sabia (gracias Malena) y así se dio con la fórmula que suma nuevos logros sin restar ilusiones. El taller de matemáticas se ha convertido en otro extraordinario acontecimiento que sucede en Andolina.
Además del material manipulable como los policubos, las tablillas, las perlas o la famosa tabla del cien (esta última está disponible en las fruterías de algunos supermercados, aprovechad a pesar la fruta con vuestros/as hijo/as) existe un método de cálculo que está enganchando a todos. Se llama el algoritmo ABN; seguro que ya habréis oído hablar de él. Su nombre indica que es un algoritmo Abierto, es decir que hay varias formas de resolverlo (cada niño encuentra la suya) y Basado en Números y no en cifras. Esto último se refiere a que se trabaja con todo el número completo, no dividido en unidades, decenas… Sumamos el número 325 más 86 y no empezamos con seis más cinco. Con este método, el cálculo obtiene sentido, no se trata solo de aplicar unas reglas que nos hemos aprendido de memoria sino que cada niño/a efectúa y relata los pasos que da para resolver la operación, comprendiéndola. Estos pasos, que poco a poco se van reduciendo, no solo consiguen que calculen de una manera más rápida sino que logran una mejor resolución de problemas. Vamos, que ese lado matemático que todos tenemos en el cerebro empieza a ejercitarse y se dan cuenta de que esa destreza es útil para todo. El taller de mates se llena, han dejado de ser aburridas y repetitivas para convertirse en algo tentador y fascinante. Realmente están enganchados al cálculo; no hay libretas llenas de cuentas sino llenas de retos.
Los profes están tan ilusionados con el ABN que no dejan de investigar nuevos recursos para ponerlo en práctica. De hecho, el próximo mes de marzo asistirán a un curso que impartirá Jaime Martínez Montero, responsable del desarrollo de dicho método.
Si queréis saber más podéis visitar su blog algoritmosabn.blogspot.com
La búsqueda de nuevas maneras de enseñanza debe ser permanente y hecha desde la ilusión. El acercamiento individual y voluntario de cada persona al aprendizaje hace que este sea significativo, pero sobre todo gratificante y sugerente. Hay conceptos que en Andolina están plenamente ligados a la palabra ENSEÑAR. De ahí que necesitemos una nueva acepción en el Diccionario.
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